La cultura es resiliente

La cultura es resiliente

No nos equivoquemos. Aunque nos pongan las cosas difíciles, la cultura es resiliente. Sigue estando allí y depende de nosotros (el pueblo) que se mantenga.

No es lo mismo, por más que lo intenten, que uno disfrute un monólogo, una obra de teatro o un concierto vía online. ¿Cómodo? Desde luego. Pero el calor que te da un artista en el escenario, no tiene competición.

Las retricciones son muy duras y como una ruleta rusa. Hoy estamos, mañana no sabemos. Hoy abrimos función para intentar llenar y pagar costes. Mañana ya veremos. De hecho, hay competencia (y buena competencia) que ha cerrado sus puertas en lo que va de 2020. Y es una lástima, porque hay mercado para todos. Pero no todos quieren al mismo mercado.

Creo que la cultura es tan necesaria como el agua que bebemos a diario. Es la comida que nos nutre y reconforta en un día duro; la copita de vino al final de la semana que nos relaja; el ejercicio que nos libera endorfinas para estar sanos y felices. La cultura está presente en cada uno de nuestros pasos.

Necesitamos consumir más del arte en todas sus formas. En museos, exposiciones, obras de teatro, conciertos, e incluso en contrataciones para eventos. Porque es una ventana de nuestra realidad. De nuestro ser. Y es la única puerta con la cual no nos arrepentimos de abrir y entrar.

La cultura es un viaje excepcional hacia el conocimiento de uno mismo, como individuo, como profesional y como miembro de una sociedad. Es la anécdota que se mantiene atemporal y saca sonrisas al contarla, como lo hizo mi colega, Valentina Mitch, en «el merengue de mi boda».

Creo que todos sabemos la importancia de ella. Pero no somos completamente conscientes hasta que nos quitan su acceso, bien sea por las restricciones o porque tengan que bajar la persiana ante un inminente cierre.

Así que si estás leyendo este artículo y tienes en tu poder disfrutar del arte, te invito a que lo hagas. Porque todos, absolutamente todos, necesitamos de ella en nuestro mundo.

Una canción que creo que resume perfectamente este escrito es «experience«, de Ludovico Einaudi.

¡Que no pare la fiesta (por favor)!

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